
Los mejores regalos no valen nada. Son las invitaciones a escribir, las ganas de trabajar, las llamadas a pensar, los intentos de soñar, los impulsos a llorar, a reir...
Son las quedadas oportunas, las visitas inesperadas, las cartas escritas a mano, las tardes de vinos, los dibujos, la música...
Lo demás es dinero, sólo dinero.